Si en el primero partimos de una visión más general, en este segundo artículo de la serie sobre el manejo de la salud durante la adolescencia exploraremos los retos y oportunidades de la salud mental. Desde los trastornos emocionales y de comportamiento hasta el abordaje del estrés y la ansiedad, exploraremos las claves para un bienestar emocional duradero. Los propios adolescentes, con participación de padres y madres y profesionales de la salud, deben tener las herramientas para comprender y abordar esta etapa crucial.
En un mundo en el que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de cada siete jóvenes de 10 a 19 años sufre algún trastorno mental, estos desórdenes representan el 13% de la carga mundial de morbilidad en este grupo de edad . Por tanto, el impacto de no abordar los trastornos de salud mental durante la adolescencia se hace evidente, afecta a la salud física y mental de las personas y limita sus oportunidades para vivir una vida plena en el futuro.
La adolescencia es una etapa crucial para el desarrollo de hábitos sociales y emocionales esenciales para el bienestar mental. La adopción de patrones de sueño saludables, la práctica de ejercicio regular, el desarrollo de relaciones interpersonales y la gestión de emociones son fundamentales. Un entorno familiar, escolar y comunitario favorable y protector también contribuye a ese desarrollo.
Los adolescentes se ven a menudo afectados por trastornos emocionales, con la ansiedad entre los más frecuentes. Según la OMS, el 3,6% de los adolescentes de 10 a 14 años y el 4,6% de los de 15 a 19 años sufren trastornos de ansiedad. Además, la depresión afecta al 1,1% de los adolescentes de 10 a 14 años y al 2,8% de los de 15 a 19 años. La importancia de detectar y abordar estos trastornos es evidente, ya que pueden afectar gravemente a la asistencia escolar, al estudio y al bienestar general.
En nuestro entorno, se habla a menudo de situaciones como el bullying, que es el acoso escolar y la exposición que sufre un niño a daños físicos y psicológicos de forma intencionada y reiterada por parte de otro –o de un grupo– cuando va a la escuela. También es un tema de debate extendido la digitalización de la sociedad y una de sus consecuencias: la exposición a edades tempranas en las pantallas y la dependencia que puede generar en el futuro. De ahí la controversia sobre cuándo se recomienda que alguien tenga su primer teléfono móvil. Y, con acceso ilimitado a los contenidos de internet, se cuestionan también los de tipo sexual, como la pornografía. Todas estas situaciones pueden desencadenar trastornos emocionales, alimentarios, de comportamiento, conductas de riesgo e incluso, en casos extremos, autolesiones o suicidio.
Trastornos emocionales. La adolescencia puede ser un terreno propenso para trastornos emocionales como el estrés, la ansiedad, la angustia y la depresión. El aumento de las responsabilidades y expectativas puede conducir a niveles elevados de angustia y ansiedad. Estrategias de gestión del estrés (técnicas de relajación y fomento de una actitud positiva) y soporte psicológico pueden ser elementos clave para abordar esta cuestión. Es fundamental identificar los signos precoces y proporcionar soporte emocional adaptado.
Trastornos de comportamiento y conducta alimentaria. La autoaceptación y la presión social pueden contribuir a los trastornos de comportamiento alimentario, como la anorexia y la bulimia nerviosa. También el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y el trastorno disocial afectan significativamente a los adolescentes. Abordar estas cuestiones requerirá una comprensión profunda y un soporte individualizado.
Psicosis. Aunque menos frecuente, la psicosis –con síntomas como alucinaciones o delirios– puede manifestarse al final de la adolescencia o principio de la edad adulta. Los síntomas de debut pueden diferir de los del adulto y es necesario poner atención a los factores de vulnerabilidad, teniendo en cuenta los antecedentes familiares y el consumo de sustancias, que pueden precipitar el principio en edades tempranas.
Conductas de riesgo y prevención. Los adolescentes a menudo inician comportamientos de riesgo en esta etapa, como el consumo de sustancias o prácticas sexuales de riesgo. Es evidente la necesidad de medidas preventivas, puesto que el 13,6% de adolescentes de 15 a 19 años participan en episodios de consumo masivo de alcohol. El tabaco y el cannabis también son preocupaciones, ya que muchos fumadores comienzan antes de los 18 años.
Suicidio. El suicidio ocupa el cuarto lugar como causa de muerte entre los adolescentes mayores de 15 años y es, por tanto, una preocupación seria consecuencia de una combinación de todos o algunos de los desafíos mencionados. Factores como el abuso de alcohol, el maltrato infantil y la carencia de ayuda pueden contribuir aún más a esta realidad. La educación y la conciencia hacia esta problemática son cruciales para abordarla con eficacia.
Ante este escenario, las intervenciones de promoción de la salud mental de los adolescentes buscan reforzar su capacidad para regular sus emociones, promover alternativas a comportamientos de riesgo, desarrollar resiliencia para gestionar situaciones difíciles y asegurar entornos y redes sociales favorables. En este sentido, son importantes los siguientes puntos y consejos:
- Identificación precoz. Reconocer los signos precursores de trastornos mentales resulta crucial. Programas de educación y recursos accesibles pueden facilitar la detección precoz.
- Apoyo familiar. La participación activa de la familia es vital en el proceso de educación y recuperación. Comprender las necesidades emocionales del adolescente y ofrecer un entorno de soporte puede ser transformador.
- Intervención profesional. El acceso a profesionales de la salud mental es esencial. Asegurar una atención profesional adaptada y una red de soporte son pasos fundamentales para la recuperación. Assistència Sanitària dispone de recursos asistenciales adaptados a las necesidades de las personas aseguradas, también a las de la población adolescente, que pueden ayudar a resolver estas situaciones.
En resumen, la adolescencia no es sólo un viaje físico, sino también emocional. Abordar los desafíos de la salud mental requiere sensibilidad, intervención precoz y un soporte integral para garantizar que los jóvenes, con apoyo y recursos necesarios para asegurarse un futuro sano y equilibrado, puedan navegar con éxito por esta fase crítica de sus vidas.